23/12/09

Despedida del País de las Maravillas

Se termina mi viaje por este maravilloso país. El camión que tomaré a las 19:30 en San Cristóbal pondrá punto y final a mi "roadtrip". He pasado casi un mes viajando, pero me ha parecido menos, mucho menos. En la cámara y la mochila, miles de recuerdos, lugares y personas conocidas. Pero son muchas las cosas que se quedan en el tintero. Ojalá tenga una nueva oportunidad de regresar al país del tequila, de los tacos, de Frida, del ahorita, de las rancheras, las noches del Jacalito, de gente maravillosa, del metro lleno de gente en el DF, etc etc etc....

PD: Feliz Navidad a todos!!

16/12/09

Nadando entre peces

Otra actualizacion (con bastantes faltas ortográficas, sobre todo tildes, ya que no se donde carajo están en este pinche teclado). Creo que me quede en la noche del aeropuerto de Merida. El vuelo fue bien. Merida me encanto. Las confidentes o "Tu y yo". Las deliciosas paletas de arroz con leche. Mi panamenho (efectivamente, tampoco hay enhe). Uxmal. Chichen Itza y sus agobiantes vendedores. Playa del Carmen. La porteña con los simpatiquisimos Raúl y Alex (chileno y argentino) y don Cris a la parrilla. Peces nadando alrededor mio en Akumal. Fiesta hasta ver amanecer (con su posterior cruda). Reencuentro con Paco. Decir no a los numerosos ofrecimientos de cocaína en la Quinta Avenida (de Playa del Carmen). Despedida de Jordi. Cabanhas de Zazil Kin. Oir llover. Despertarme con el ruido del mar y miles de pajaros. Invasión de hormigas. Nadar entre peces en el gran cenote. Y mañana a Chiapas.... Hoy tampoco hay foto. Cerrad los ojos y tratad de imaginar. Chao

7/12/09

De oca a oca

Actualización rápida. Hoy me toca dormir en el aeropuerto de Chihuahua. En un ciber con el billete hacia Mérida recién comprado. Algo más de una semana de viaje. Muchas cosas vistas, mucha gente conocida. Pero en el otro extremo muuuuuuuuuchas cosas que no voy a poder ver, que sólo estoy viendo en foto, o leyendo de ellas en la guía. Lugares tan fascinantes que hacen que me invente que soy periodista para ver si hay suerte y puedo conseguir cita para visitarlos. Imposible, los periodistas italianos tienen la exclusividad del lugar por el momento (cuevas de Naica para los curiosos). Ritmo frenético, el querer ver todo lo que pueda en el menor tiempo posible. ¿Es mejor que estar más días en un sitio disfrutando de él? No lo sé. Pero es lo que tiene este país, que quieras conocerlo todo, pero para ello hace falta tiempo, mucho. Las ganas te vienen solas, cada lugar que ves te empuja al siguiente. "Ya has conocido este, ¡pasa al siguiente!" parece decirte una voz. Como el juego de la oca, de oca a oca y tiro porque me toca. No quiero irme, pero sé que regresaré para visitar las casillas que no pude conocer. Hoy no hay foto. No hay tiempo. El ciber cierra ya. Hasta pronto

23/11/09

Anónimos

La primera vez que vi la ciudad del DF desde el avión me pareció un monstruo. No alcanzaba a ver sus límites con la vista, y eso que estaba a miles de metros de altura. Una vez que paseé por ella a pie, no podía evitar el sentirme como una hormiga entre sus calles, los coches y la gente. Cuando caminaba por sus entrañas, observaba las caras de la gente y me preguntaba por sus vidas, a qué se dedicarían, si tendrían familia o no
Algo que me llamaba la atención era que no vi nunca a dos personas encontrarse y saludarse, como muchas veces sucede en mi ciudad, Zaragoza. Claro está que las diferencias son abismales, ya que Zaragoza únicamente tiene 800.000 habitantes. Sin embargo, es frecuente ir paseando por el centro de la ciudad y encontrarte a algún conocido. Yo no vi esto en el centro del DF (no quiero decir que no suceda), pero creo que si pasa se debe a una casualidad muy grande. De ahí se debe el nombre de mi proyecto, Anónimos, porque todo el mundo camina sin conocer al que le pasa por al lado, casi rozando su hombro.




22/11/09

Cosas que echaré de menos de México

Todavía me queda un mes en este país, con un largo viaje en mente para recorrer aquellos sitios que tengo en mente desde hace mucho tiempo y no he podido visitar todavía. Pero ya me está entrando la morriña por tener que agarrar un vuelo a finales de diciembre y regresar a España, porque dejo cosas muy buenas aquí. Quien sabe, puede que dentro de un tiempo vuelva otra vez aquí y recupere alguna de ellas. Éstas son algunas de esas cosas:

- Sentirme diminuto ante la inmensidad del DF
- Aunque lo hiciese siempre medio dormido, el camino de mi casa a la universidad
- Las calles de Guanajuato
- La fealdad de Toluca
- Los piques con Rodrigo
- Mi debut profesional en la radio gracias a mi profesora
- La amabilidad de los mexicanos
- Chez Jaime y Antonio, con su sofá siempre disponible cuando hiciese falta
- Los paseos desde el Zócalo a Bellas Artes
- El caos de Taxco
- Las conversaciones con Fabricio el taxista sobre borracheras, relaciones, viajes y planes de futuro.
- El tequila con su sangrita del Tenampa a ritmo de mariachis
- El duelo nunca realizado entre Pinzas Nadal y Pinche Polilla
- Los capuchinos con baileys del Café con leche, servidos siempre con una sonrisa de oreja a oreja y una amable conversación.
- Las expresiones fresa de Anahí
- La risa y los cantos de Larisa
- Las vistas desde el Gran Hotel
- Ir en la troca
- No haber podido conocer más y mejor a muchísima gente
- Los tacos, gringas, arrachera y demás comida mexicana siempre con su picante acechando.
- El día de muertos
- Pay y su acento cool
- Las caras de la gente del DF
- Los insultos de Julio cuando se equivocaba grabando en radio
- A la pitiminí de Lorena
- Las comidas en el Centro Cultural Español
- El Jacalito
- La Negra Modelo
- Que me digan carnal o joven

Se me quedan muchísimas más cosas, seguro. Además, esta lista se volverá más grande de aquí a un mes. Sé que cuando esté en el avión, despegando del DF, una gran tristeza me invadirá, pero todas las cosas que hay en esta lista, más las que no he puesto más las que faltan por poner, eso es algo que siempre va a estar conmigo. Dedicado a dos grandes mujeres de México.


5/11/09

Noche de velas y muertos

Terminan las clases y da comienzo el fin de semana. Pero este fin de semana no es uno más. Está marcado en el calendario de mucha gente desde hace meses, ya sean mexicanos o extranjeros. El ambiente festivo se palpaba ya en la universidad y en la ciudad de Toluca, con los puestos de comida, la feria de alfeñiques y la gente disfrazada.

Tras preparar un ligero equipaje, comenzaba el viaje rumbo a Morelia. La suerte es que en México, los autobuses son cómodos, así que es fácil conciliar el sueño si el viaje es de muchas horas como era el caso. La llegada no estaba prevista hasta las 8. Sin embargo, una de las características de México se presentó como casi siempre: los atascos. Es increíble la cantidad de coches y autobuses que circulan por el país.

Tras una hora de viaje extra por la retención, llega el momento de agarrar un taxi. Cualquier estación es siempre mejor que la de Toluca para este cometido. En dicha ciudad, da la impresión de encontrarte con una panda de buitres o hienas esperando a la presa fácil, en este caso los extranjeros. No tienen el menor reparo en tratar de engañarte e incluso hacerte ver que te están dando un buen precio. “Tenga en cuenta joven que a los extranjeros les cuidamos mejor, ya que los mexicanos no pagan tanto”, comentaba uno de ellos. Todo claro, al extranjero se le cuida mejor sacándole cuanto más dinero mejor, es lógico.

Tras comprar el boleto del taxi, la colonial ciudad de Morelia se presenta ante los ojos del viajero. Sus casas de piedra de uno o como mucho dos pisos invaden el centro. Como también lo invaden cantidad de jóvenes disfrazados dispuestos a asaltar a la gente con sus calabazas al grito de: “¡Calaveritas!”. La gente dirá lo que quiera sobre las tradiciones, la cultura…pero es innegable que la globalización ha hecho que muchas de ellas se vean completamente transformadas. En este caso, la tradición gringa de salir disfrazados a pedir dinero, dulces…

Morelia

Uno de los numerosos altares que se dedican a los muertos

Sin embargo, para tratar de conocer la auténtica celebración, lo mejor es desplazarse hasta pueblos como Patzcuaro, Tzintzuntzan o la isla de Janitzio. Patzcuaro puede parecer feo al principio, pero tiene un encanto especial. Sus calles empedradas, las casitas blancas y rojas, patios coloniales, los rótulos de los negocios todos ellos pintados alejados de la estética a veces hortera que se puede ver por la calle…Se podría decir que posee un encanto decadente. Un pueblo que puede hacer que desees perderte por sus calles tras haber pensado “Qué feo es”. La atracción de lo imperfecto.

Patzcuaro

Tzintzuntzan es el destino por excelencia para asistir a la celebración del día de muertos. El enorme tráfico que te encuentras ya es un indicativo de ello. Para un trayecto que normalmente es de alrededor de 15 minutos, se tarda alrededor de una hora y media. Lo mejor que se puede hacer, llevar buena música en el coche, un buen grupo de gente y paciencia, mucha paciencia. También se puede aprovechar para echar una cabezadita. Tras una noche bebiendo palomas y cantando rancheras, un sueño reparador nunca viene mal.

Tras aparcar el carro, el turista puede verse algo defraudado por lo que se encuentra a llegar a Tzintzuntzan. Lo que se encuentra uno para nada parece tradicional. De hecho, hasta llegar al panteón, lo que uno ve recuerda más a una feria que a una celebración donde se vela a tus muertos. Cientos de puestos de comida, de pulseras, collares, catrinas varias, sombreros, ponchos, elotes, gorditas, quecas…con todos sus colores y olores se agolpan en la travesía hacía el cementerio. Puede que esto tenga algo que ver con lo que se oye acerca del carácter de los mexicanos frente a la muerte. Por lo visto es algo que dista mucho de cómo la conciben los españoles por ejemplo, como algo triste. Para los mexicanos este día se supone que es algo distinto, no de llanto y lágrimas, sí de alegría y júbilo, ya que reciben la visita de sus seres queridos.

Danzantes en Tzintzuntzan

Y se supone, porque lo que uno se encuentra al entrar a un panteón, no son precisamente caras de alegría y fiesta. De hecho, las caras que se pueden observar denotan tristeza y solemnidad. Incluso caras de resignación de muchos que están velando a su gente, ya que tienen que ver como miles de personas pasan por delante de sus tumbas, se paran, hacen una foto al altar y continúan. Sin interesarse por quien está ahí, sin un mísero “Le acompaño en el sentimiento”, algo. Lo único que pueden hacer es mirar, callar y cómo mucho avisar de que vayan con cuidado, ya que están pisando la tumba.

Panteón de Tzintzuntzan

Tumbas para las que los familiares invierten muchísimo tiempo en decorar. Los cementerios se llenan de flores naranjas de cempasúchil y velas. Miles de ellas iluminan la noche en el panteón, y es que se supone que la luz de las velas indica el camino a los muertos.

Al llegar la mañana, las velas se han ido apagando poco a poco. Los familiares, descansan amontonados unos contra otros para combatir el frío que han tenido que soportar toda la noche. Y los muertos hacen su camino de regreso tras su visita a sus seres queridos. Para el resto de la gente, queda el camino de regreso a terminales de autobuses con buitres esperando en la puerta.

15/10/09

El jilguero y el gorrión

Como cada mañana, el joven y presumido jilguero cantaba con su bella voz cuando el sol se alzaba majestuoso sobre los tejados de la ciudad. Le gustaba la vida que tenía: comida todos los días, agua fresca, una jaula dorada que resultaba la envidia de los pájaros vecinos... Además, su plumaje era muy hermoso, casi tanto como su canto. La vieja señora del edificio de enfrente, incluso se asomaba a la ventana cuando le oía cantar. El jilguero tenía todo lo que podía desear.
Una mañana, un gorrión iba revoloteando torpemente por la ciudad, cuando algo llamó su atención. Atraído por un canto como nunca antes había escuchado, decidió ir a ver quién era capaz de trinar así. Se posó sobre la barra del balcón y se quedó mirando al jilguero. Éste, al ver al gorrión, dejó de cantar y le observó. Su plumaje era feo, todo marrón. Incluso tenía calvas por su cuerpo. El gorrión miraba al jilguero sonriente, esperando que volviese a cantar. Pero el jilguero le dio la espalda. Tras esperar todavía sonriente, el gorrión se fue volando.
Al día siguiente, el gorrión volvió al mismo balcón. Al verlo, el jilguero repitió la misma actitud del día anterior. Se calló y le dio la espalda al gorrión. Este, de nuevo sonriendo, siguió esperando. Finalmente, igual que hizo el día anterior, se alejó volando torpemente hacia el horizonte.
Y así fueron los días posteriores, siempre con el mismo desenlace. Finalmente, un día, el gorrión se atrevió a hablar con el jilguero. -"¿Por qué haces esto? ¿Por qué cuando me ves te callas y me das la espalda? Tienes un canto muy bonito y me gustaría escucharte". El jilguero, girando la cabeza le contestó: - Mírate. Eres un simple gorrión. Yo soy un jilguero. Vivo en una jaula dorada, tengo comida y agua fresca todos los días, y mi plumaje y mi canto son envidiados por todos.
- Puede que sea así - dijo el gorrión. - Sin embargo, hay algo que nunca podrás tener. La sensación de volar libre fuera de esa jaula dorada.
Y el jilguero, girándose, vio como el gorrión revoloteaba torpemente, pero libre, sobre los tejados y los árboles de la ciudad. Y fue la última vez que lo vio.

6/10/09

La soledad

La verdad es que hay momentos que puede hacerse muy presente y ser una mala compañera de viaje. Yo mismo soy consciente de que no necesito a nadie para ser "feliz" (sí, entre comillas, porque aún así siempre necesitas a alguien para alcanzar una felicidad completa). Sin embargo, no sé porqué, hoy, al llegar a casa, me he sentido terriblemente solo. Es una sensación que no me gusta para nada, pero hay que luchar contra ella. También es por la situación de llegar, estar sólo en casa, la diferencia horaria que me impide hablar con gente a la que extraño muchísimo, no tener noticias de nadie. Son esos momentos en los que esperas un hola como el que está perdido en el desierto y encuentra un riachuelo. Pero supongo que son momentos que te tocan y ya está. Como se suele decir, nunca llueve a gusto de todos. Si fuese así, el mundo sería demasiado perfecto, y perdería parte de su encanto, ya que creo que es en las imperfecciones de las cosas donde realmente encuentras lo bello.

Sé que la foto es repetida, pero me encanta.

20/9/09

Si tuviese que elegir un sentido, ¿cúal sería?

Esta pregunta viene a mi cabeza porque el domingo, aprovechando una de mis típicas escapadas al DF, pasé por el museo Franz Mayer. Después de ver la exposición 300% Spanish Design y cruzar momentaneamente el charco, decidí recorrer el resto del museo. Es algo que me encanta hacer. Caminar y caminar entre obras de arte y gente mirando como yo. Muchas veces me pregunto qué pensaran cuando se paran en el mismo cuadro que estoy mirando yo. Total, que recorriendo el museo, encuentro una sala en la que está la siguiente exposición: "Arte con sentido". Básicamente consistía en una sala casi en oscuridad total. Te daban un antifaz y unos cascos, y lo divertido y original es que ibas a ciegas utilizando tus manos para "ver" los cuadros, esculturas y fotografías que había. Las fotos habían sido reveladas de manera especial para que se resaltasen sus contornos, y enchufando tus cascos a un Ipod, una voz iba "dibujándote" la fotografía en tu cabeza mientras la recorrías con los dedos. Las fotos además habían sido realizadas por invidentes. Una película lo explicaba, y algo se me ha movido por dentro. Es increíble y admirable el afán de superación de mucha gente. Y al ver esa película y la exposición, una pregunta ha venido a mi cabeza. Si tuviese que elegir un sentido, sólo uno, ¿cuál sería?. Una muy difícil pregunta y una todavía más difícil respuesta. ¿La vista? Creo que de primeras todos (o casi todos) nos lanzaríamos a por ese. Ver la cara de las personas a las que quieres, un amanecer, un paisaje increíble... ¿Pero que es la vista sin sonido? Una voz que te transmite paz y calma, una risa que te alegra el día, una canción que te hace llorar... De acuerdo. ¿Pero y el olfato? Dicen que un olor es capaz de traer a tu mente más recuerdos que ningún otro sentido. Y he de decir que en muchas ocasiones me ha pasado esto. Ir por la calle, percibir un aroma y viajar muchos muchos años atrás. ¿Y el gusto? Ese saborear una buena comida, notar el dulce de las chucherías, comer algo que te lleva también a otros lugares... Y nos queda el tacto. Sentir una caricia que haga que se te pongan los pelos de punta. notar un cuerpo contra otro, o el simple roce de una mano contra otra. Sinceramente, no puedo decidirme por elegir uno de ellos. Todos ellos son imprescindibles y son complementos ideales. Simplemente me he dado cuenta de lo afortunados que somos en ocasiones y lo poco que nos damos cuenta de ello.


17/9/09

Y por fin he podido ver las estrellas...

Mi vida mexicana sigue más o menos igual, sin sobresaltos. Excursiones varias al DF, vida universitaria, reencuentros con amigos que no sé ni cuándo ni dónde los volveré a ver...Poco a poco me voy adaptando mejor a esta (breve) etapa. Voy conociendo a más gente, y se afianza en mi cabeza el pensamiento, idea, sentimiento...de que los mexicanos son gente de una amabilidad infinita. Hace dos días pude comprobarlo. Con motivo del grito que el presidente iba a lanzar desde el balcón del Palacio Nacional, me dirigí el martes por la tarde a Ciudad de México.



No llegué a ver el grito en si (una lástima, ya que era mi objetivo principal), pero luego, en compañía de nuestros cicerones en la gran ciudad, nos dirigimos a una fiesta mexicana. En mi cabeza estaba la típica fiesta, de gente en un piso bailando y bebiendo. La fiesta en cuestión resultó ser una fiesta mexicana "familiar". Mi cara al entrar debió de ser un poema, y creo que por la cabeza de todos pasó el mismo pensamiento: "Locurón". Sin embargo, no pude sentirme más cómodo y a gusto. Y es que es por eso. Los mexicanos hacen lo posible porque te sientas cómodo sin casi darte cuenta. Risas, chistes, gritos (esta vez sí) de viva México...



Lo mismo pasó cuando fuimos de excursión al volcán del Nevado. Como disponíamos de un coche de alquiler, decidimos ir al pueblecito de Malinalco. Un cartel llamó nuestra atención: Degustación de tequila. No necesitábamos más. Ya dentro de la tienda, fue algo muy parecido a sentirte como en casa, como con gente que conoces de hace tiempo y que en realidad has conocido hace cinco minutos. Incluso Miguel (un hombre que nos deleitó con sus habilidades con el alemán y el japonés) nos ofreció quedarnos en su casa si hacíamos bola (por lo que me pareció entender, creo que era apretarnos todos mucho ya que su casa estaba ocupada en ese momento). Pero el ofrecimiento estuvo ahí. Después de degustar unos tequilas caseros mezclados con lima y con mango, uno de ellos nos abrió de propio su galería de arte. Mi cabeza estaba volando por decirlo así. A la grandeza del volcán, la sensación de aire puro y las nubes rodeándote a casi tres mil metros de altura, se sumaba la amabilidad de la gente que acabábamos de conocer y unas obras de arte preciosas. Fue el broche perfecto. Esta tierra me está enamorando poco a poco, y cada día más.



Y hoy, volviendo a casa, tras una gran tarde de risas con Julio, Checo, Larisa, Jorge y más, me ha sorprendido que no ha llovido en todo el día. Entonces, es cuando he alzado los ojos al cielo, y sí, ahí estaban. Brillando como nunca había podido verlas. La última vez que se ma presentaron así fue en España. Hoy, he podido ver las estrellas brillar en Toluca. Y siguen igual de bonitas que como las recordaba.

29/8/09

El príncipe gatuno

La mayoría de las veces que te vi, siempre estabas en la misma postura, completamente repantingado en tu esquina del sofá. Entraba, levantabas un poco la cabeza, y te acariciaba. Otras, más activo, caminabas por casa con esa elegancia que solo tú tenías. Casi siempre acudías a la cocina, bien porque allí tenías tu comida o porque era una de las zonas con más actividad de la casa. También te encantaba cuando te abrían la puerta principal y podías disfrutar de una breve escapada. Puede que no fuese tan emocionante como la que tuviste en Serón, pero no estaba mal. Mucho de lo que conozco de ti es por historias que me han contado (como cuando te quedaste atascado en un minihueco todo el día, la ya citada de Serón...).
Hoy estoy triste, porque ya no te veré más. Me he enterado que has hecho una escapada más larga. Sin embargo, los once años que has vivido con tu familia (porque no eras una mascota, eras un miembro más), todo su amor y cariño (que ha sido infinito), sus caricias y bonitas palabras, te van a acompañar siempre. Allí donde estés, en esta nueva escapada, derrochando tu elegancia con tu pelo azabache, sé muy muy feliz.


24/8/09

El único momento luminoso en la vida de ambos sucede cuando se besan

Es una frase que Isabel Coixet dice en una entrevista en El País Semanal acerca de los protagonistas de su nueva película, "Mapa de los sonidos de Tokyo". Lo tengo ahí delante en la mesa de mi salón (por llamarle así) mientras escribo esto. Esta última semana ha ido sin más, a excepción de una nueva escapada a Ciudad de México. Este país me está gustando cada vez más, y sobre todo me encanta la sensación de todo lo que voy a conocer de él. Cada vez voy descubriendo algo nuevo. Lugares, personas, sensaciones...cosas que voy a guardar para mi y de las que me voy a acordar siempre. Momentos que contaré a mucha gente, aún cuando sean historias que haya repetido una y mil veces. Historias que nunca olvidaré. Son sólo cinco meses los que voy a pasar aquí, pero van a ser cinco meses que me van a marcar. Mucho.

19/8/09

Os echaré de menos, pero cuando os acordéis de mi, hacedlo con una sonrisa

Suena algo macabro, pero así es como comenzó una de mis clases en el TEC. Llegué tarde porque me equivoqué de edificio (era mi primera semana, algo totalmente justificado). Al entrar, muchos pares de ojos mirándome. Estupendo, con lo que me encanta ser el centro de atención. Nada más sentarme, la profesora se me acerca y me dice: " Dibújate tal y como te sientas ahora". Así que dibujé mi cara sonriente (ese día no estaba para tirar cohetes, pero en lineas generales, la alegría supera a las tristezas que pueda tener). Al rato, la profesora nos dijo que escribiésemos la frase que nos gustaría que hubiese en nuestra lápida. Menudo papelón. Mi frase es la que da nombre al post. Lo mejor de todo es que luego tuvimos que ir saliendo uno por uno a explicar porqué nos habíamos dibujado de tal manera y porqué esa frase. Más estupendo todavía, si hablar delante de la clase ya me da un no se qué, hacerlo el primer día delante de un montón de gente que no conozco lo hacía todavía más fácil.
La verdad es que el ritmo de las clases es muy diferente a lo que estaba acostumbrado en España. Aquí tenemos que hacer trabajos todas las semanas, y lo que me parece más curioso (y más putada) es que pasan lista en todas las clases. Como faltes a 4, aunque sea por enfermedad, te haya secuestrado un grupo de narcos o lo que sea, pierdes derecho a examen. Sin embargo, este nivel de exigencia contrasta con lo que es luego el nivel de las clases, el cual no me parece muy alto.
Estaba esperando con muchísimas ganas el viernes. La semana no había ido muy bien, supongo que por eso de la adaptación, echar de menos a la gente...Así que nada mejor que poner rumbo a DF. Dicho y hecho, hice la mochila (a lo Labordeta) y nos dirigimos a la estación de autobuses para coger el caminante que nos llevase a la capital.



Después de una hora y media de autobús y unos 20 minutos de taxi, llegamos a la plaza del Zócalo. Me impresionó, después de haberla visto en tantas fotos, pero dio la casualidad de que habían plantado una carpa inmensa y hacia que la plaza perdiese parte de su encanto. Bajo la lluvia, nos dirigimos a buscar hostal. Plantados en una esquina, buscando una calle en la guía, vi un hostal justo al lado nuestro, en la calle de la República de Guatemala. Decidimos probar suerte y vaya si la tuvimos. Las dos noches, con desayuno y cena ligera incluida, por 15 euros en pleno centro de México.
Después de dejar las cosas, recibí la llamada de Pem. ¡Genial! Ya no tendríamos que ir a ciegas por esa inmensa ciudad. Fuimos a cenar unas tortas que madre mía como estaban y nos encontramos con ella y sus amigos en el Centro Español. La verdad es que me sorprendió porque me esperaba otra cosa, pero para empezar la noche es un sitio que no esta nada mal.
Tras tomar la primera, Pem nos llevó a la plaza Garibaldi al Tenampa. Grupos de mariachis recorrían las mesas ofreciendo sus canciones, mientras la gente bebía cerveza, tequila, margaritas...Paula me enseñó como se toma el tequila a la mexicana, y descubrí la sangrita (una especie de zumo de tomate para rebajar al tequila).



Tras una botella de tequila, varias cervezas, canciones de mariachis y muchas risas, nos dirigimos al Terminal (creo). Muy buen ambiente, aunque el repertorio del dj no fuese muy bueno. Ya de madrugada, decidimos que era hora de irse a casa por lo que nos esperaba al día siguiente, Xochimilco. Después de unas cuantas canciones populares (camareroooooooo....) y un trayecto de taxi, me fui a dormir muy muy contento.
Sin embargo, a la mañana siguiente me desperté con un cuerpo rumbero que madre mía. Estuvimos de visita por la catedral y nos pusimos rumbo a Xochimilco para encontrarnos con Pem y los demás. La mayoría venía también algo perjudicado (destacar la historia de los tacos de pastor de Jaime) pero el plan pintaba muy bien. Consistía en montarnos en unas barquitas y beber cervezas y comer mientras íbamos por unos canales. Tras unas duras y para nada exitosas negociaciones sobre el precio (los mexicanos son unos expertos en esto) nos montamos en nuestra trajinera y pusimos rumbo al norte (o donde fuese). Fue una tarde muy divertida, a excepción de (como no) la lluvia, que tenía que hacer su acto de presencia.



Tras las trajineras, nos dirigimos a Coyoacán y recorrimos su mercadillo, y como no, nos paramos en una cantina a tomar unas chelas. Tras las cervezas, fuimos a cenar auténticos tacos mexicanos. Yo probé los de pastor (deliciosos), aunque salí escaldado con uno al confundir una salsa que parecía güacamole con salsa de chile verde. Basta decir que la cerveza cayó casi entera. Tras un mojito en un pub, los que sobrevivíamos de Toluca nos retiramos pronto, ya que habíamos madrugado y al día siguiente nos esperaba más pateo.


Nuestro primer destino la mañana del domingo, aprovechando la cercanía del hostal, iba a ser el Palacio Nacional para ver el mural de Diego Rivera. Fracaso. Había manifestaciones en la plaza y estaba cerrado. Decidimos dirigirnos entonces al Palacio de Bellas Artes, ya que ahí había otro. Mereció mucho la pena, es impresionante el simbolismo, las figuras, los colores...Además, había una exposición de Tamara Lempicka, una pintora de Polonia que desarrolló la mayor parte de su obra en París pintando cuerpos de mujeres desnudas.



La verdad es que se agradece visitar un museo de vez en cuando, me gusta pasear por ellos, pararme, mirar, seguir caminando, volver a mirar. Me gusta porque no necesitas mucho. Por la tarde pusimos rumbo a la Casa Azul donde vivieron Frida y Diego Rivera. Una casa llena de recuerdos, libros, pinturas, fotografías...Una visita que mereció mucho la pena por la historia y todo lo que se respiraba en sus habitaciones y sus jardines.





Finalmente llegó el momento de volver a casa, a nuestro pequeño Toluca. El cambio es radical, México DF es una ciudad monstruosa, pero a la vez, cálida. Para nada te da la impresión de que estas en la capital más poblada del planeta. Esta ha sido mi primera visita, pero sé que no será la última. Llevo dos semanas aquí, y poco a poco me voy adaptando mejor (creo) a mi nueva etapa. Sinceramente ha habido momentos en los que me gustará estar en España, pero con todos los viajes que me esperan, la gente que voy a conocer, experiencias que voy a tener, es un pensamiento que desaparece rápido. Buenas noches.

8/8/09

Comienza mi aventura mexicana

La verdad es que no se muy bien por donde empezar. Supongo que lo mejor es hacerlo por el principio, mis últimas horas en Zaragoza. Por la mañana continúe con mis despedidas, esta vez de Celia, una gran amiga a la que voy a echar mucho de menos. Por fin, después de comer, me decidí a hacer las maletas. En una hora, las tenía echas, con todo lo que creía que necesitaré en México.

Principalmente, ropa (creo que el nudismo no está muy bien visto). Ya por la tarde, mi ultima despedida, en esta ocasión de Fran. Y para hacerlo más surrealista, creo que mi última Coca - Cola me la tome en un prostíbulo...Algo raro porque en la puerta estaba el típico cartel de bar anunciando croquetas, bocadillos y demás, pero el interior era cuanto menos sospechoso. Y ya de vuelta, terminar de preparar el equipaje de mano y a la estación de autobuses. De camino se mezclaban en mi diferentes sensaciones, principalmente los "nervios buenos" que le digo yo. Una sensación de querer estar ya allí pero por otra parte de decir "Madre mía, donde voy". Pero esto es algo que he estado preparando durante muchos meses, muchas horas, muchas conversaciones, y no iba a dejar que el miedo se hiciese mayor que las ganas. El despedirme de mis padres fue lo más triste supongo, pero ellos sabían las ganas que tenía de hacer esto, y nunca me dijeron que no, al contrario (mi madre incluso no lloró, por lo menos conmigo delante).
Ya en el autobús, hice casi todo el camino durmiendo, cosa que quería evitar para llegar cansado al avión y que el viaje se hiciese menos pesado, pero los marmotillas es lo que tenemos.
En Madrid la espera se me hizo corta (incluso eché una minicabezadita en la puerta de embarque).


Antes, facturar el equipaje. Casi tengo problemas con el peso, pero no contaban con mi flor en el culo y me conseguí escaquear. El momento de montarme en el avión a Frankfurt fue cuando realmente dije: "Gabi, esto comienza ya". De nuevo, no se como lo hice, pero antes de despegar estaba ya dormido, no me enteré de nada.
Y de nuevo más tiempo de espera en mi camino a México, esta vez en el aeropuerto de Frankfurt. En ese momento se hizo más patente en mi la sensación de que por momentos esto me quedaba grande, supongo que por el hecho de verme solo a punto de coger un monstruoso Boeing camino a un país más gigante que ese avión. En la sala de espera ya pude comenzar a ver y escuchar lo que iba a estar viendo y escuchando durante cinco meses. He de decir que me encanta el acento mexicano (y seguramente, con lo que soy yo, vuelva loca a la gente cuando aterrice en España durante un tiempo).
El viaje a México se me hizo menos pensado de lo que pensaba. Únicamente me fastidio el hecho de que la mujer de delante me tiró encima la cerveza al reclinar su asiento, pero bueno, estas cosas pasan. Como dato curioso, decir que me tocó ver "17 otra vez", esa maravilla del séptimo arte protagonizada por Zac Efron (este chico acabará ganando un oscar, cuidado). Y de repente, apareció ante mis ojos. Cubierta de nubes, pero eso no le quitaba belleza. Una ciudad inmensa. Ya me lo habían avisado: "Pierde cinco minutos en mirar por la ventana". Recordé esas palabras que me habían dicho, y la verdad es que fue un buen consejo. Es imposible llegar a ver el final de la ciudad. Aunque no iba a vivir en México DF, sabía que la iba a pisar en numerosas ocasiones, y eso me encantaba. Una ciudad con tanta historia, tantos rincones maravillosos por visitar, por fotografiar, por contemplar, lugares de los que hablar a la gente.
Tras recoger el equipaje y solucionar los trámites de pasaporte y demás, Ernesto vino a recogerme. Ya me lo había avisado Cris, que estaría con un cartelito (a lo VIP, como mola!!). Pero que decepción cuando vi en el cartel el nombre de un tal Sergio Lechón...Supuse que no habría muchos más lechones en el vuelo (aunque alguno que otro si que había...). Efectivamente era mi taxista. Me llevó a su taxi y pusimos rumbo a Toluca, concretamente a Casa Real del Bosque (o la Comarca Hobbit como me gusta llamarla a mi).


Y cual fue mi sorpresa al ver que la primera canción que escuchaba en México, era "Piensa en mi" de Luz Casal. Muy curioso.
Más curioso todavía fue el hecho de que casi tenemos un accidente sin ni siquiera llevar una hora en el país (toda la gente que se preocupaba por mi y la gripe A, debería de preocuparse de como conducen los mexicanos).
Tras una hora de coche, llegué a la que va a ser mi casa durante estos cinco meses. Toluca me recibía con lluvia, igual que me despidió Zaragoza. Ya en casa, mis compis Cris y Jordi se lo habían currado mucho con una pancarta, el salón lleno de globos, tortilla de patata...


Tras unas cervezas, el cansancio empezó a aparecer y decidí ir a la cama, no sin antes deshacer las maletas (soy muy maniático para según que cosas, y deshacer las maletas es una de ellas, tal vez porque hace que me sienta un poquito más como en casa). Esa noche dormí como un bebé.
A la mañana siguiente, examen de inglés para ver que nivel tenía cada uno. Me di cuenta que mi inglés estaba algo oxidado, pero en líneas generales salió bien. Después a comer deprisa (sopa picante y albóndigas todavía más picantes. El postre al menos no picaba, pero tenía una textura muy rara) y a casa a preparar mi matrícula (si, el CEU funciona así de bien, menos mal que Noelia, la encargada de relaciones internacionales del TEC, hace que tu adaptación sea muy muy sencilla).



Y tras todo esto, a casa a descansar un poquito, ya que por la noche salíamos por ahí. Lucia (República Checa), Diana y Daniela (Ecuador) se iban a venir con nosotros a Metepec, una especie de barrio/ciudad cerquita de Toluca. Al llegar, parecía que ningún bar estaba bien. ¿Qué hacer en estos casos? Preguntar a alguien del lugar. Y así es como conocimos a Diego, Luis y Javier. Estuvimos tomando cervezas en un bar (del cual no recuerdo su nombre) y después fuimos al Mantra. Tras sobornar al portero para que nos dejase pasar (ya que Daniela y yo no teníamos la "credensial", esto es, el carnet de la universidad), me vi envuelto en un torbellino de salsa y regetton. Efectivamente no iba lo suficientemente borracho como para que eso me diese igual. El machaconeo de la música, más el cansancio que todavía duraba, hizo que una retirada a las 3 y media de la mañana me pareciese la opción más sensata. Sobre todo teniendo en cuenta que a la mañana siguiente tocaba madrugar para ir con la gente de la universidad a Toluca, en una excursión organizada por el TEC. Lo que fue esta excursión, se puede resumir en una palabra: ojete (menos la parte en la que visitamos Toluca)



Y ahora a las 10:30 de la noche del sábado me encuentro terminando de relatar como están siendo mis primeros días en México. He de reconocer que al principio me daba algo de miedo. Ahora, quiero que este país me envuelva, que me hechice del todo, que haga que en diciembre me cueste volver a España. Quiero que haga que recuerde esta experiencia durante toda mi vida.

4/7/09

Y en un mes (casi) todo cambiará


Al menos durante (casi) medio año. La verdad es que tengo ganas, muchas ganas. Vivir a miles de kilómetros de mi casa, en un país fascinante, con su cultura, su gente... Pero a la vez, vivir a miles de kilómetros de todo lo que tengo aquí. Sé que esto no me va a suponer un problema, y que al poco tiempo (espero) estar disfrutando de todo lo que me espera allí, pero es inevitable pensar en todo lo que dejo (al menos temporalmente). Sin embargo, me encanta esta sensación, la de no tenerlo todo controlado, no saber qué va a pasar, que me voy a encontrar en México, qué me encontraré cuando vuelva a mi rutina... Pero aprovechando el buen tiempo que desde hace tiempo tengo por aquí, disfrutando del techo infinito de mi terraza (mirar el cielo y las estrellas es algo que siempre me ha gustado) , una cosa pasó por mi cabeza (¿tontería más bien?. Puede ser). Y es que en México las estrellas seguirán estando ahí. Y en cierto modo, no se porqué, es algo que me reconforta.

1/6/09

Las palabras se las lleva el viento


El otro día en la biblioteca, en un de mis momentos de estudio, me quedé con una frase de una canción que estaba escuchando: Las palabras que no existen, nos pueden salvar sin hablar. Y es que en muchas ocasiones las palabras están de más. Nos gusta perdernos en su belleza, nos gusta recordar las palabras bonitas y olvidar cuanto antes las malas, las que nos hieren. Justamente con éstas, es cuando me doy cuenta que las palabras son eso, palabras, y que como dice el titulo, se las lleva el viento. Quién las utiliza sabe de su poder. Son como pequeñas hechiceras, que se disfrazan para seducirnos, y en el momento menos esperado, deciden quitarse ese disfraz e irse. Por eso merece más la pena agarrarse a los hechos, a los actos. Analizándolo, la superficialidad de las palabras queda patente en el momento en que dos personas se entienden sin ni siquiera hablar. ¿Para qué hablar entonces?. Un simple abrazo, coger la mano de alguien, acariciar una cara, pasar tu mano por el brazo de otra persona, incluso una simple mirada...Todo esto dice mucho más que todas las palabras del mundo.

25/5/09

Retorno en una caja de zapatos


No sé como se había levantado el mundo, pero algo raro pasaba. Me sentía como Gulliver durante su viaje por Liliput. Menos mal que tras recobrar el sentido, me di cuenta que estaba en el autobús de vuelta a casa para un fin de semana express. Eso si, el resto del camino debía hacerlo sin noticias del mundo exterior. En un abrir y cerrar de ojos, alguien decidió que el recinto del autobús se convertiría en una comuna y todo sería de todos (tal vez no todo, únicamente mi periódico, pero mio al fin y al cabo) ¿Qué le costaba pedírmelo? Pero bueno, no pasa nada. Un gran (y breve) fin de semana me esperaba.
Sin embargo, el mundo seguía moviéndose a su antojo. ¡Mi madre no había hecho sus macarrones! Vale, tampoco pasa nada. Tenía antojo, tanto tiempo, pero bueno, iba a ser un buen fin de semana. Antes tocaba algo de estudio, porque los exámenes están al acecho, como las leonas tras la gacela. Vale sí, si un examen te sale mal no acabas en la barriga de alguien (aunque se de algún profesor que disfrutaría merendándose a más de uno) pero el miedo que da también es mucho.
Y ya por fin llega la noche. Una noche como las de antes, empezándola y terminándola como antes. Con historias que nunca me cansaré de escuchar, sitios que nunca me cansaré de visitar, taxis que nunca me cansaría de coger...Tenía muchas esperanzas puestas en este día, y no me defraudó. ¿Y por qué tantas ganas? Porque en dos meses, voy a tener la ausencia de esto y quise exprimir cada gota. Hay momentos que piensas: "¿Por qué no puede todo seguir como siempre?", pero inmediatamente (al menos en mi caso) la respuesta aparece por si sola: me encanta que el mundo se mueva a su antojo. De acuerdo que muchas veces, cuando las cosas escapan a tu control es cuando prefieres que todo se quede como está. O simplemente por el mero hecho de que sencillamente todo te gusta donde está. Pero el enfrentarte a las novedades y disfrutar (y aprender) de ellas, también es una grata sensación. Así que este fin de semana me vino muy bien para empezar a cargar las pilas de todo lo que echaré de menos.
Tras disfrutar de todos y cada uno de esos momentos, volví a coger de nuevo una caja de zapatos y me puse otra vez en el camino que el mundo mueve a su antojo, un camino en el que disfrutaré de todas las extrañas y curiosas coincidencias que se me pongan por delante.