15/8/10

Cambios pequeños, pequeños cambios


Hace mucho, mucho tiempo, demasiado que no me sentaba a escribir, a dejar que mis dedos se deslizasen por el teclado y divagasen sobre cosas comunes, corrientes. A muchos lo común no les parece nada atractivo. Yo creo que en lo común es donde disciernes lo especial de lo que no lo es, y por ello adquiere más valor.
Me encanta escribir. Puede que no tenga la destreza que tiene mucha gente, su facilidad para escribir frases y expresiones rimbombantes, de esas que las lees y dices "Guau". Sin embargo también creo que es mejor no disfrazar a las palabras.
Pero dejaré de divagar ya. Por fin soy licenciado. La verdad, no se siente nada especial. Imaginaba que me sentiría diferente, cambiado. Cierto que me siento orgulloso de lo que he conseguido, de todo lo que he alcanzado estos cinco años, pero no ha sido una alegría desbordante.
Y entonces, llegaba el momento de plantearse cual iba a ser la siguiente casilla de este largo camino todavía sin escribir. ¿Seguiría el camino de baldosas amarillas? ¿O ese no es mi camino, dejando de lado a espantapájaros, hombres de hojalata y magos?. Lo único seguro es que a estas alturas debía de estar en Belfast, en la verde Irlanda del Norte.
Sin embargo, si hay algo que me encanta de la vida, es lo impredecible que puede llegar a ser, y que por mucho que tengas planeado algo, otro algo aparece de repente tirando todos tus esquemas abajo en tan sólo cinco minutos.
Eso mismo fue lo que me pasó y por ello ahora mismo me encuentro en una pequeña habitación entre Tirso de Molina y Lavapiés, a escasos metros de la Casa de Granada y su increíble terraza. Como la del Gaudeamus, otro bonito escaparate para que tus ojos se pierdan en los tejados y estrellas de Madrid. Llegar a ella tras recorrer la calle de Lavapiés y los numerosos restaurantes hindúes con sus olores penetrantes. O poner rumbo a la filmoteca tras haberte perdido por Malasaña, Fuencarral, Gran vía, el Retiro...





Ahora mismo me encuentro en esta habitación, la que va a ser mi refugio durante 6 meses. Todo ello mientras escucho a Gainsbourg. Me encantaría encenderme un cigarrillo para tratar de tener un mínimo parecido con él en este momento, fumar mientras escribo igual que el fumaba mientras escribía sus canciones con BB envuelta en una sabana, pero ne peut pas possible. Una nueva etapa ha comenzado para mi. Me encanta comenzar algo nuevo. Como si fuese una regeneración de uno mismo. Realmente no es que haya sido un gran cambio como lo fue México en su día o podría berlo sido Belfast. Pero todo cambio por pequeño que sea, puede ser gigante. Espero que este lo sea.





19/5/10

Tras cinco años de noches en vela, trabajos en grupo, madrugones, días de biblioteca, montañas de apuntes y subidas y bajadas a los despachos de los profesores, para muchos de los que estamos aquí, ha llegado el momento.

Hace dos semanas, muchos asistimos a nuestro acto de imposición de becas. En apariencia, para nuestros padres sobre todo, ya somos licenciados. Nos queda la parte “oficial”, por decirlo así, los exámenes que realizaremos en cosa de tres semanas más o menos. Pero salvo catástrofes, en junio si va bien, o julio si hemos tenido un pequeño despiste, ya podremos cambiar en nuestro currículum la parte de “estudiando actualmente tal cosa o tal otra” a “licenciado en…”.

Si hemos sido previsores, durante los últimos meses de lo que para unos es una de las mejores etapas en tu vida, nos habremos ido preparando para su final. Habremos mandado cientos de curriculums, nos habremos informado sobre becas, masters, estudios en el extranjero, segundos ciclos, cursos de idiomas…

Hasta que yo no me puse a ello, no me he dado cuenta realmente de que sí, esto se acaba, y voy a afrontar una nueva etapa. Atrás voy a dejar cinco años donde he conocido a gente maravillosa, otra no tanto, he tenido grandes momentos, viajes, risas, tristezas. Cinco años en los que me he ido formando académicamente, pero también como persona. Un tiempo que me ha servido para conocerme mejor a mi mismo, saber que es lo que puedo ofrecer y plantearme unas metas y objetivos.

Pero el ser humano es adaptación, e igual que en su día todos nos tuvimos que adaptar a un nuevo sistema con gente nueva, cuando pisemos la calle como licenciados nos toca adaptarnos a una nueva situación.

Esta situación es lo que yo llamo el “¿Y ahora, qué?”. Es una pregunta que yo me he hecho en numerosas ocasiones, y que seguramente muchos de vosotros también os habréis planteado. Y sobre todo: y ahora con la crisis ¿qué? Si los jóvenes ya lo tenemos difícil para encontrar un primer empleo con unas condiciones ya no normales por decirlo así, sino decentes, algo que no te haga pensar ¿he estado cinco años preparándome para que ahora me tengan explotado como becario llevando cafés sin hacer nada?, ahora, en tiempos de crisis, vemos el panorama aún más oscuro.

Sin embargo, yo soy optimista. La crisis es una cosa muy peliaguda, sí. Seguro que todos aquí conocemos a alguien que ha perdido su trabajo, o ha tenido que vender su casa porque no podía hacer frente a la hipoteca. Vemos en las noticias y leemos en los periódicos que el paro ha subido tanto, y los políticos, los que se supone que tendrían que hacer algo para arreglar esto, utilizan esas cifras (se acercan elecciones y ahora para ellos sólo somos eso, cifras y ver cual es el mejor modo de usarlas) para su beneficio pero sin proponer soluciones reales.

Ya he dicho que soy optimista, y este período de crisis puede venir bien. Ya que de los momentos de crisis es cuando aparecen las buenas soluciones. Nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad en la que hemos tenido todo, y tal vez por esto vemos el panorama muy oscuro. Sin embargo, es ahora cuando realmente podemos poner en práctica todo lo que hemos aprendido estos cinco años, sacarle un provecho real y práctico, no meramente mecánico.

Debemos ser prácticos, como hacen algunas poblaciones del planeta. Para los japoneses por ejemplo, la palabra crisis viene representada por dos ideogramas. El primero significa peligro, el segundo oportunidad. Evidentemente toda crisis tiene su peligro, pero como he dicho antes, trae consigo oportunidades, pero únicamente si sabemos como aprovecharlas.

Albert Einstein decía: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo”.

10/5/10

La atracción de lo inalcanzable

Camino atravesando edificios sin red. Estiro la mano para hacerles cosquillas a las nubes. Miro hacia abajo. Nada me impide saltar. Respiro profundamente. Una vez. Dos. Tres. Y me lanzo al vacio. Ha llegado el momento de volar, de liberarme de todas las ataduras que siento sobre mí.

Ya son demasiados años bajo la protección de demasiada gente. Quiero ser el dueño de mis propios errores, de sus consecuencias. No tener ningún colchón sobre el que caer. En ocasiones siento que me gustaría romper con todo, agarrar una mochila y salir, ver hasta donde soy capaz de llegar, qué soy capaz de conseguir.

Sueños en Buenos Aires, Nueva York, Santiago, México… Demasiado inalcanzables pero no imposibles. Lo inalcanzable me resulta a la vez tremendamente atractivo.

5/4/10

Los besos de después del último beso


Me sorprendió que alguien me levantara el brazo en una calle tan escondida, solitaria y oscura como esa. Pese al gramaje de la noche distinguí a lo lejos su intención de usarme. Era una pareja joven, él con una bolsa de viaje a sus pies.

Al detenerme a su lado se abrazaron y comenzaron a besarse. Sin duda era un beso de despedida, de esos que dicen te vas pero no quiero, o quisiera quedarme siempre, pero no puedo. Beso sentido de lenguas que querrían convertirse en ganchos, o sus salivas en Super Glue, o sus brazos en bridas.

Quince ya-te-echo-de-menos después se separaron, pero yo tampoco quería que se acabara ese momento. Por eso, cuando él ya se disponía a abrir la puerta trasera de mi taxi, aceleré.

A través del espejo les noté sorprendidos. Se encogieron de brazos pero al instante volvieron a abrazarse. Mi intención no era otra que dar la vuelta a la manzana y darles más tiempo. Los mejores besos son los que llegan después del último beso.

Y volvió a repetirse la misma historia. Otra vez aparecí por su calle y otra vez me levantaron la mano. En esta ocasión les sorprendió que se tratara del mismo taxi conducido por el mismo taxista que antes se había marchado, pero la rareza de la situación tampoco les impidió despedirse por segunda vez aún con más virulencia que la primera. Y cuando el chico volvió a separarse de ella para abrir la puerta de mi taxi siguió sabiéndome a poco y aceleré de nuevo.

En mi cuarta vuelta a la manzana el chico ya estaba sólo. Entonces me detuve, abrió su puerta, tomó asiento (ahora sí) tras su bolsa de viaje y me dijo:

- Le agradezco de veras los bonus tracks que me ha brindado. Al aeropuerto, por favor.


13/3/10

9:00 de la noche. Yo me encontraba en el andén del metro, otro sábado más esperando el tren de vuelta a casa. En el de enfrente, una chica joven esperaba sentada en un banco. Estaba claro que esperaba a alguien. No paraba de mirar su reloj, y cada dos minutos dirigía su mirada hacia las vías del metro, hacia un vacío absoluto, donde los raíles parecían ir hacia un infinito que la vista no alcanza a ver.
Tras muchas miradas, sacó un libro de su bolso. No alcancé a ver cual era, pero creo que a la chica le daba igual. Bien podría haber sido el último best-seller, el catálogo de Ikea o un folleto de unos grandes almacenes. Está claro que si apartas tu mirada del libro cada minuto, es imposible leer nada. Así que me dio por pensar que era un mero artilugio para llamar la atención de la persona a la que esperaba. "¿Llevas mucho rato esperando?", diría él (podía perfectamente ser una amiga suya, pero no sé, estaba demasiado activa como para esperar a una amiga). "No no, que va. Además estaba leyendo". Y ella enseñaría su libro para tratar de llamar la atención de su "cita".
El tren llegó. Mientras frenaba, a través de las ventanas, pude ver cómo la joven sacaba el móvil de su bolso. Una conversación breve, muy breve. Dos movimientos de cabeza. Cerró el libro. Lo metió en el bolso y acto seguido se levantó y se marchó. Mi tren se puso en marcha. La chica fue hacia las escaleras de salida. Me dio la sensación de que los dos pasaríamos la noche solos.

9/3/10

Cansancio. Tedio. Nubes. El viento en mi contra. Oscuridad. Y todo te da igual. Todo te resbala. Buscas unas palabras que no llegan. Algo que te reconforte. Pero es imposible. Hay momentos que ninguna palabra puede mejorar. Incluso pueden empeorarlos. Silencio. Tal vez esa sea la solución


21/2/10

La inevitable caída en el olvido

Las personas olvidamos. Y a la vez somos olvidadas. Muchas veces porque nos lo ganamos, otras por necesidad, otras por un simple descuido... Lo jodido es cuando olvidas sin poder hacer nada para remediarlo. Por circunstancias de la vida, llega un momento en que tanto para ti como para otras personas cambia lo que suponían para ti o lo que tu significas para ellas, y poco a poco, por descuido, por no querer evitarlo, por lo que sea, pasas a un rincón oscuro. Lo bueno es que un simple gesto te devuelve a ti o al resto a la luz donde siempre habías estado.
Como decía antes, lo peor es cuando no puedes estirar el brazo para volver a traer a esas personas hacia ti. Cuando lo único que pasa es que poco a poco, de una manera lenta, todos los recuerdos que tenías en la cabeza sobre alguien se borran hasta llegar al punto de no reconocer a quién tienes delante de ti. Lo más jodido todavía es que no eres consciente de ello, quien realmente se da cuenta de ello son los olvidados, y además de darse cuenta, lo sufren muchísimo.
Recuerdos de miles de veranos en el pueblo, en la viña recogiendo uva o moras en el camino hacia el huerto para recoger verduras o regar. Recuerdos de navidades cantando villancicos, de cumpleaños, de paseos por el parque, de sobremesas tras el melocotón con vino, de esa tarta de crema de café...
Poco a poco pasan a formar parte de una nada, de un limbo, de un pozo del que sabes que esa persona no va a poder recuperar, porque ni siquiera es consciente de que se encuentran allí. Así que si tenéis la oportunidad, no olvidéis.

12/2/10

Hay que alegrarse por el bien de los demás

Paseaba por la calle. Una madre llevaba a su niña en brazos. La cara de la niña se veía triste y con los ojos rojos, así que debía de haber llorado hace poco. Las dos pasaron por delante de mí, y alcancé a oír lo siguiente: "Marta, tienes que alegrarte por el bien de los demás". La niña no debía de tener más de cuatro años, pero estaba recibiendo una sabía lección.

Alegrarnos por el bien de los demás, algo que deberíamos hacer más a menudo, pero nuestra naturaleza egoísta nos lo impide. Por A, B o C, siempre vamos a tener "celos" de aquel que tenga más nota que nosotros en un examen, que consiga un trabajo mejor que el nuestro, que su vida le vaya mejor, que...

Y es una lastima. Porque considero que siempre es mejor estar contento y alegre por alguien cercano a ti, en lugar de que te venga un sentimiento de envidia. Creo que en muchas ocasiones, nuestra madre tendría que cogernos en brazos (o de la mano en su defecto porque yo por lo menos ya estoy algo crecidito), mirarte a los ojos y decir: "Hijo mío, tienes que alegrarte por el bien de los demás". Seguro que así viviríamos más felices.


31/1/10

¿Sólo una?

Cines Lys, Valencia, sobre las diez y cinco de la noche. Era sábado y mi plan era ir al cine a ver el nuevo estreno de Clint Eastwood (me decepcionó un poco, hay momentos en que logra conmoverte, pero se queda lejos de Gran Torino o Million Dollar Baby, por lo menos para mí). Volviendo a la taquilla, con el dinero ya preparado, pido mi entrada. "¿Sólo una?" responde la taquillera. "Sí" digo yo. En ese momento no le di vueltas a esa pregunta tan breve como sencilla.

Pero al regresar a casa pasada ya la medianoche, no paré de darle vueltas. ¿Es que una persona no puede ir sola un sábado por la noche al cine? De acuerdo que a veces es mejor ir acompañado de tus amigos, esa persona especial, quien sea. ¿Pero por qué a veces a mucha gente le resulta extraño que hagas según que cosas solo? Como por ejemplo ir a cenar a un restaurante un fin de semana solo. Seguro que a los camareros les extraña esto, y quien lo haga recibirá muchas miradas curiosas e hipótesis sobre porqué está solo un fin de semana por la noche en un restaurante.

La compañía siempre es buena, y necesaria en muchos momentos. Sin embargo, gracias a mi estancia en México, he aprendido a vivir con una jodida compañera de camino llamada soledad. Aunque no la queramos a nuestro lado, aunque hagamos lo posible por evitarlo, muchas veces irá a nuestro lado. Pero gracias a una voz, aprendí a vivir con ella. "El adaptarte a esto te hará más fuerte" decía esa voz. "Aprenderás a conocerte mejor, a conocer tus debilidades y fortalezas" me repetía. Y esa voz, tan lejana y a la vez tan cercana, tenía razón.

Esta semana por ejemplo regresé a Valencia. Ha sido inevitable sentirme desubicado y fuera de lugar tras mi aventura transoceánica. Además, mucha de la gente que es muy necesaria para mi, ya no se encuentra aquí, está lejos. Así que muchas veces la soledad está sentada al lado mío en un banco, viajando conmigo en el metro, cenando conmigo en casa o viendo una película. Sin hacer ruido, sin molestar, pero su presencia no pasa desapercibida. Sin embargo, gracias a esa voz, he aprendido a no dejar que sea una compañía molesta. Tampoco agradable, simplemente aprender a dejar pasar el tiempo cuando esté a mi lado.

PD 1:Hablando de México, poco a poco iré actualizando el blog con un pequeño diario de viaje que hice.

PD 2: Esta semana he vuelto a ver Amélie. Es una de esas películas que nunca dejarán de emocionarme. Tal vez por eso me lo pienso dos veces siempre que voy a verla