29/8/09

El príncipe gatuno

La mayoría de las veces que te vi, siempre estabas en la misma postura, completamente repantingado en tu esquina del sofá. Entraba, levantabas un poco la cabeza, y te acariciaba. Otras, más activo, caminabas por casa con esa elegancia que solo tú tenías. Casi siempre acudías a la cocina, bien porque allí tenías tu comida o porque era una de las zonas con más actividad de la casa. También te encantaba cuando te abrían la puerta principal y podías disfrutar de una breve escapada. Puede que no fuese tan emocionante como la que tuviste en Serón, pero no estaba mal. Mucho de lo que conozco de ti es por historias que me han contado (como cuando te quedaste atascado en un minihueco todo el día, la ya citada de Serón...).
Hoy estoy triste, porque ya no te veré más. Me he enterado que has hecho una escapada más larga. Sin embargo, los once años que has vivido con tu familia (porque no eras una mascota, eras un miembro más), todo su amor y cariño (que ha sido infinito), sus caricias y bonitas palabras, te van a acompañar siempre. Allí donde estés, en esta nueva escapada, derrochando tu elegancia con tu pelo azabache, sé muy muy feliz.