19/5/10

Tras cinco años de noches en vela, trabajos en grupo, madrugones, días de biblioteca, montañas de apuntes y subidas y bajadas a los despachos de los profesores, para muchos de los que estamos aquí, ha llegado el momento.

Hace dos semanas, muchos asistimos a nuestro acto de imposición de becas. En apariencia, para nuestros padres sobre todo, ya somos licenciados. Nos queda la parte “oficial”, por decirlo así, los exámenes que realizaremos en cosa de tres semanas más o menos. Pero salvo catástrofes, en junio si va bien, o julio si hemos tenido un pequeño despiste, ya podremos cambiar en nuestro currículum la parte de “estudiando actualmente tal cosa o tal otra” a “licenciado en…”.

Si hemos sido previsores, durante los últimos meses de lo que para unos es una de las mejores etapas en tu vida, nos habremos ido preparando para su final. Habremos mandado cientos de curriculums, nos habremos informado sobre becas, masters, estudios en el extranjero, segundos ciclos, cursos de idiomas…

Hasta que yo no me puse a ello, no me he dado cuenta realmente de que sí, esto se acaba, y voy a afrontar una nueva etapa. Atrás voy a dejar cinco años donde he conocido a gente maravillosa, otra no tanto, he tenido grandes momentos, viajes, risas, tristezas. Cinco años en los que me he ido formando académicamente, pero también como persona. Un tiempo que me ha servido para conocerme mejor a mi mismo, saber que es lo que puedo ofrecer y plantearme unas metas y objetivos.

Pero el ser humano es adaptación, e igual que en su día todos nos tuvimos que adaptar a un nuevo sistema con gente nueva, cuando pisemos la calle como licenciados nos toca adaptarnos a una nueva situación.

Esta situación es lo que yo llamo el “¿Y ahora, qué?”. Es una pregunta que yo me he hecho en numerosas ocasiones, y que seguramente muchos de vosotros también os habréis planteado. Y sobre todo: y ahora con la crisis ¿qué? Si los jóvenes ya lo tenemos difícil para encontrar un primer empleo con unas condiciones ya no normales por decirlo así, sino decentes, algo que no te haga pensar ¿he estado cinco años preparándome para que ahora me tengan explotado como becario llevando cafés sin hacer nada?, ahora, en tiempos de crisis, vemos el panorama aún más oscuro.

Sin embargo, yo soy optimista. La crisis es una cosa muy peliaguda, sí. Seguro que todos aquí conocemos a alguien que ha perdido su trabajo, o ha tenido que vender su casa porque no podía hacer frente a la hipoteca. Vemos en las noticias y leemos en los periódicos que el paro ha subido tanto, y los políticos, los que se supone que tendrían que hacer algo para arreglar esto, utilizan esas cifras (se acercan elecciones y ahora para ellos sólo somos eso, cifras y ver cual es el mejor modo de usarlas) para su beneficio pero sin proponer soluciones reales.

Ya he dicho que soy optimista, y este período de crisis puede venir bien. Ya que de los momentos de crisis es cuando aparecen las buenas soluciones. Nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad en la que hemos tenido todo, y tal vez por esto vemos el panorama muy oscuro. Sin embargo, es ahora cuando realmente podemos poner en práctica todo lo que hemos aprendido estos cinco años, sacarle un provecho real y práctico, no meramente mecánico.

Debemos ser prácticos, como hacen algunas poblaciones del planeta. Para los japoneses por ejemplo, la palabra crisis viene representada por dos ideogramas. El primero significa peligro, el segundo oportunidad. Evidentemente toda crisis tiene su peligro, pero como he dicho antes, trae consigo oportunidades, pero únicamente si sabemos como aprovecharlas.

Albert Einstein decía: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo”.

10/5/10

La atracción de lo inalcanzable

Camino atravesando edificios sin red. Estiro la mano para hacerles cosquillas a las nubes. Miro hacia abajo. Nada me impide saltar. Respiro profundamente. Una vez. Dos. Tres. Y me lanzo al vacio. Ha llegado el momento de volar, de liberarme de todas las ataduras que siento sobre mí.

Ya son demasiados años bajo la protección de demasiada gente. Quiero ser el dueño de mis propios errores, de sus consecuencias. No tener ningún colchón sobre el que caer. En ocasiones siento que me gustaría romper con todo, agarrar una mochila y salir, ver hasta donde soy capaz de llegar, qué soy capaz de conseguir.

Sueños en Buenos Aires, Nueva York, Santiago, México… Demasiado inalcanzables pero no imposibles. Lo inalcanzable me resulta a la vez tremendamente atractivo.