11/11/08

Movimiento relativo


Hoy he tenido un día bastante bajonero. No sé por qué, pero me está costando adaptarme un poco al momento en el que me encuentro. Es como si me estuviese moviendo entre barro, mientras la gente a mi alrededor ha encontrado un camino en el que no le es tan difícil avanzar. Parece que mi mundo gira a otra velocidad. Después del frenesí de estos dos años ha decidido ralentizarse, pero tal vez demasiado, y tengo miedo de quedarme demasiado atrás. ¿Miedo? Algo. ¿Tristeza? También. Pero no siempre se puede conservar el optimismo. Hay en ocasiones que decide abandonarte, o que lo dejas escapar, para luego volver a coserlo a tu sombra. Sin embargo o creo que sea de débiles o cobardes admitir la tristeza o el miedo. Al contrario. En mi cabeza resuenan unas frases que de vez en cuando me lo recuerdan:

Es el mejor momento,
reconocer, sentir a veces tanto miedo,
y entender que justamente
ése es el gesto más valiente.

Es el mejor momento,
asumir que toda sabiduría y experiencia
no resisten a veces
la fuerza de algunas corrientes.

Es el mejor momento,
comprender, no poder ganar todas las veces
y entender que ésa es la llave
hacia un camino más amable.

Y aceptar que no todo es tan fácil,
y que no siempre los huesos
aguantan el peso.

Y estas otras, tal vez uno de los mejores regalos que me hayan hecho nunca, por su significado, por la complicidad que representa para mi, por todo lo que quiere decir a pesar de ser una sencilla hoja de papel:

Aunque una y otra vez hayas errado,
también erraron cuantos han vencido;
cuanto más duro el golpe recibido
más honda la lección que habrá dejado.

Tú puedes rescatar, tu sueño hundido
como al bello tesoro más preciado,
así como del barro y sepultado
vuelve el loto a elevarse florecido.

Si el rumbo que una vez has elegido
palpita como un fuego esperanzado,
no dejes que se apague en el olvido.

Luchar, ya es medio triunfo conquistado,
que no importan las veces que has caído,
si después de caer te has levantado

Así es, hay momentos en que debemos reconocer que no siempre vamos a salir victoriosos en lo que nos propongamos. Muchas veces no nos queda otra que remar en el sentido que nos marca la corriente, aunque no sea la que nos guste, aceptarlo. Pero también debemos saber ver que esa aceptación, esa derrota, no tiene que hundirnos, no tiene que hacer que bajemos los brazos. Al contrario. Por muy mal que estemos, tenemos que saber ver el momento en el que tenemos que remar más fuerte para salir de esa corriente por la que nos hemos dejado llevar durante un tiempo, aprender y volver a luchar. Volver a hacer que nuestro mundo gire a una velocidad de vértigo, volver a marearnos de felicidad.