15/8/10
Cambios pequeños, pequeños cambios
19/5/10
Tras cinco años de noches en vela, trabajos en grupo, madrugones, días de biblioteca, montañas de apuntes y subidas y bajadas a los despachos de los profesores, para muchos de los que estamos aquí, ha llegado el momento.
Hace dos semanas, muchos asistimos a nuestro acto de imposición de becas. En apariencia, para nuestros padres sobre todo, ya somos licenciados. Nos queda la parte “oficial”, por decirlo así, los exámenes que realizaremos en cosa de tres semanas más o menos. Pero salvo catástrofes, en junio si va bien, o julio si hemos tenido un pequeño despiste, ya podremos cambiar en nuestro currículum la parte de “estudiando actualmente tal cosa o tal otra” a “licenciado en…”.
Si hemos sido previsores, durante los últimos meses de lo que para unos es una de las mejores etapas en tu vida, nos habremos ido preparando para su final. Habremos mandado cientos de curriculums, nos habremos informado sobre becas, masters, estudios en el extranjero, segundos ciclos, cursos de idiomas…
Hasta que yo no me puse a ello, no me he dado cuenta realmente de que sí, esto se acaba, y voy a afrontar una nueva etapa. Atrás voy a dejar cinco años donde he conocido a gente maravillosa, otra no tanto, he tenido grandes momentos, viajes, risas, tristezas. Cinco años en los que me he ido formando académicamente, pero también como persona. Un tiempo que me ha servido para conocerme mejor a mi mismo, saber que es lo que puedo ofrecer y plantearme unas metas y objetivos.
Pero el ser humano es adaptación, e igual que en su día todos nos tuvimos que adaptar a un nuevo sistema con gente nueva, cuando pisemos la calle como licenciados nos toca adaptarnos a una nueva situación.
Esta situación es lo que yo llamo el “¿Y ahora, qué?”. Es una pregunta que yo me he hecho en numerosas ocasiones, y que seguramente muchos de vosotros también os habréis planteado. Y sobre todo: y ahora con la crisis ¿qué? Si los jóvenes ya lo tenemos difícil para encontrar un primer empleo con unas condiciones ya no normales por decirlo así, sino decentes, algo que no te haga pensar ¿he estado cinco años preparándome para que ahora me tengan explotado como becario llevando cafés sin hacer nada?, ahora, en tiempos de crisis, vemos el panorama aún más oscuro.
Sin embargo, yo soy optimista. La crisis es una cosa muy peliaguda, sí. Seguro que todos aquí conocemos a alguien que ha perdido su trabajo, o ha tenido que vender su casa porque no podía hacer frente a la hipoteca. Vemos en las noticias y leemos en los periódicos que el paro ha subido tanto, y los políticos, los que se supone que tendrían que hacer algo para arreglar esto, utilizan esas cifras (se acercan elecciones y ahora para ellos sólo somos eso, cifras y ver cual es el mejor modo de usarlas) para su beneficio pero sin proponer soluciones reales.
Ya he dicho que soy optimista, y este período de crisis puede venir bien. Ya que de los momentos de crisis es cuando aparecen las buenas soluciones. Nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad en la que hemos tenido todo, y tal vez por esto vemos el panorama muy oscuro. Sin embargo, es ahora cuando realmente podemos poner en práctica todo lo que hemos aprendido estos cinco años, sacarle un provecho real y práctico, no meramente mecánico.
Debemos ser prácticos, como hacen algunas poblaciones del planeta. Para los japoneses por ejemplo, la palabra crisis viene representada por dos ideogramas. El primero significa peligro, el segundo oportunidad. Evidentemente toda crisis tiene su peligro, pero como he dicho antes, trae consigo oportunidades, pero únicamente si sabemos como aprovecharlas.
Albert Einstein decía: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo”.
10/5/10
La atracción de lo inalcanzable
Camino atravesando edificios sin red. Estiro la mano para hacerles cosquillas a las nubes. Miro hacia abajo. Nada me impide saltar. Respiro profundamente. Una vez. Dos. Tres. Y me lanzo al vacio. Ha llegado el momento de volar, de liberarme de todas las ataduras que siento sobre mí.
Ya son demasiados años bajo la protección de demasiada gente. Quiero ser el dueño de mis propios errores, de sus consecuencias. No tener ningún colchón sobre el que caer. En ocasiones siento que me gustaría romper con todo, agarrar una mochila y salir, ver hasta donde soy capaz de llegar, qué soy capaz de conseguir.
Sueños en Buenos Aires, Nueva York, Santiago, México… Demasiado inalcanzables pero no imposibles. Lo inalcanzable me resulta a la vez tremendamente atractivo.
5/4/10
Los besos de después del último beso
Me sorprendió que alguien me levantara el brazo en una calle tan escondida, solitaria y oscura como esa. Pese al gramaje de la noche distinguí a lo lejos su intención de usarme. Era una pareja joven, él con una bolsa de viaje a sus pies.
Al detenerme a su lado se abrazaron y comenzaron a besarse. Sin duda era un beso de despedida, de esos que dicen te vas pero no quiero, o quisiera quedarme siempre, pero no puedo. Beso sentido de lenguas que querrían convertirse en ganchos, o sus salivas en Super Glue, o sus brazos en bridas.
Quince ya-te-echo-de-menos después se separaron, pero yo tampoco quería que se acabara ese momento. Por eso, cuando él ya se disponía a abrir la puerta trasera de mi taxi, aceleré.
A través del espejo les noté sorprendidos. Se encogieron de brazos pero al instante volvieron a abrazarse. Mi intención no era otra que dar la vuelta a la manzana y darles más tiempo. Los mejores besos son los que llegan después del último beso.
Y volvió a repetirse la misma historia. Otra vez aparecí por su calle y otra vez me levantaron la mano. En esta ocasión les sorprendió que se tratara del mismo taxi conducido por el mismo taxista que antes se había marchado, pero la rareza de la situación tampoco les impidió despedirse por segunda vez aún con más virulencia que la primera. Y cuando el chico volvió a separarse de ella para abrir la puerta de mi taxi siguió sabiéndome a poco y aceleré de nuevo.
En mi cuarta vuelta a la manzana el chico ya estaba sólo. Entonces me detuve, abrió su puerta, tomó asiento (ahora sí) tras su bolsa de viaje y me dijo:
- Le agradezco de veras los bonus tracks que me ha brindado. Al aeropuerto, por favor.
13/3/10
Tras muchas miradas, sacó un libro de su bolso. No alcancé a ver cual era, pero creo que a la chica le daba igual. Bien podría haber sido el último best-seller, el catálogo de Ikea o un folleto de unos grandes almacenes. Está claro que si apartas tu mirada del libro cada minuto, es imposible leer nada. Así que me dio por pensar que era un mero artilugio para llamar la atención de la persona a la que esperaba. "¿Llevas mucho rato esperando?", diría él (podía perfectamente ser una amiga suya, pero no sé, estaba demasiado activa como para esperar a una amiga). "No no, que va. Además estaba leyendo". Y ella enseñaría su libro para tratar de llamar la atención de su "cita".
El tren llegó. Mientras frenaba, a través de las ventanas, pude ver cómo la joven sacaba el móvil de su bolso. Una conversación breve, muy breve. Dos movimientos de cabeza. Cerró el libro. Lo metió en el bolso y acto seguido se levantó y se marchó. Mi tren se puso en marcha. La chica fue hacia las escaleras de salida. Me dio la sensación de que los dos pasaríamos la noche solos.
9/3/10
21/2/10
La inevitable caída en el olvido
12/2/10
Hay que alegrarse por el bien de los demás
Alegrarnos por el bien de los demás, algo que deberíamos hacer más a menudo, pero nuestra naturaleza egoísta nos lo impide. Por A, B o C, siempre vamos a tener "celos" de aquel que tenga más nota que nosotros en un examen, que consiga un trabajo mejor que el nuestro, que su vida le vaya mejor, que...
Y es una lastima. Porque considero que siempre es mejor estar contento y alegre por alguien cercano a ti, en lugar de que te venga un sentimiento de envidia. Creo que en muchas ocasiones, nuestra madre tendría que cogernos en brazos (o de la mano en su defecto porque yo por lo menos ya estoy algo crecidito), mirarte a los ojos y decir: "Hijo mío, tienes que alegrarte por el bien de los demás". Seguro que así viviríamos más felices.