2/5/11

Cambiar, ¿para qué?

Es una pregunta que no deja de darme vueltas por la cabeza. En la naturaleza del ser humano, desgraciadamente, además de muchísimas virtudes, está la de cometer errores. Y parece que en mi naturaleza propia soy abonado a esa. En mi favor diré que no es la más característica en mí, pero de vez en cuando meto la pata hasta el fondo, y lo peor es que muchas veces no se el porqué lo hago, porqué actúo de esa manera.
Sin embargo, sé reconocer mis errores, y echar toda la carne en el asador cuando hay que enmendarlos. "Sí claro, pero el daño ya está hecho". Desde luego. Y es algo que nunca olvido, porque por culpa de esos fallos, sin querer, sin saber porqué, normalmente salen malparadas personas a las que más quiero.
Pero como digo, si hay que corregirlos soy el primero en poner soluciones a ello, en tratar de arreglar aquello que haya podido romper. La pena es que me estoy empezando a dar cuenta de que todo ese esfuerzo no sirve de nada. Y es algo que me pone muy triste. Sin embargo, un muy buen amigo, una persona muy sabia, ha tenido hoy unas palabras que no deben caer en saco roto: "Gabi, no debes atormentarte. Puede que ahora no lo veas, pero tú lo has intentado. De aquí a un tiempo te darás cuenta que has intentado cambiar las cosas, y no te quedarás con la sensación de no haberlo hecho, de no haberlo intentado".
Así pues, aunque el cambiar no sirva para nada, yo seguiré intentándolo.