17/2/11

Buenos días

La mañana empezaba a hacer su aparición. El sol atravesaba las rendijas de la persiana, dibujando figuras por el cuarto. Abrí los ojos y ahí estabas, dormida, en calma, como si el mundo se hubiese parado. Nos habíamos dormido abrazados, tras dejarnos llevar por el frenesí de la noche anterior. Te miré. Respirabas tranquila, plácida. Era imposible que nada perturbase tus sueños. Éste, como tantos otros, era uno de esos momentos en los que me encantaría poder meterme en tu cabeza y saber qué estabas pensando.
Me escurrí de la cama sigilosamente para no despertarte y ya de pie, te volví a mirar. Todo había entrado en una misteriosa conjunción creando una atmósfera mágica. Y es cuando me fije en tu pierna, desnuda, hermosa, a medio cubrir por la sábana. Sin hacer ruido me dirigí a por mi cámara para atrapar ese momento.
- Al menos este momento será mío para siempre- pensé.
Tras esto, volví a meterme en la cama, me abracé a ti, y el sueño comenzó a adueñarse de mi y de mis pensamientos, los que me recordaban que hasta dentro de algún tiempo, esa sería la última mañana en la que amanecería a tu lado.